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Si quieres leer la historia desde el principio, haz click en el siguiente enlace:

- Zohn, el heredero de La Tierra (1ª Parte).
- Zohn, el heredero de La Tierra (2ª Parte).

Hace algo más de dos siglos, se produjo un fenómeno que aterró a todo ser viviente en nuestro planeta. Siempre se había creído, que el hombre sería el responsable del deterioro que pondría fin a la supervivencia. Sin embargo, nadie se había parado a pensar que nuestra raza habitaba en un planeta envenenado y desahuciado desde hacía miles de años. Algunos de los minerales explotados en muchas ocasiones para su utilización como combustibles, tenían conocidos efectos radioactivos que aunque trataron de controlarse durante su industrialización, poseían un aletargado poder devastador que aguardaba al capricho de La Tierra para fustigar a sus habitantes. Se dice en los libros de historia, que un gran temblor sacudió toda la corteza terrestre durante más de una semana. Eso no fue más que un pequeño anticipo de lo que estaba sucediendo unos cuantos cientos de kilómetros bajo nuestros pies. Sin una explicación, hasta día de hoy, demasiado concluyente, se sabe que una gran reacción termonuclear provocó que el magma terrestre multiplicar su volumen por diez, lo que hizo que todos los volcanes conocidos, y otros muchos nuevos que aparecieron, vomitaran simultáneamente lava incandescente al exterior. Sin embargo, lo peor fue que entre los minerales fundidos que formaban esa enorme riada anaranjada, se encontraban grandes cantidades de plutonio, uranio y otras sustancias altamente contaminantes. Más allá del impacto volcánico que destruyo la mayoría de las ciudades e infraestructuras, el cielo se mantuvo cubierto de espesas nubes de polvo, humo y cenizas, durante varias semanas, con todos los efectos que ello conlleva. Un manto de radioactividad envenenó campos, animales y personas. Tan sólo una parte de la población pereció durante esos días. El resto, quedó condenada a las penurias y la hambruna hasta el fin de los días.

La lucha por alcanzar planetas habitables había resultado infructuosa pese a la esperanza depositada en ella. Se exploraron decenas de planetas, algunos ciertamente lejanos, pero los resultados no fueron más que un espejismo que se desvaneció ante nuestros ojos. Sólo nos quedó resignarnos a un final infeliz, doloroso y apático. Nos dispusimos pues, a consumir poco a poco los recursos que nos quedaban, sabiendo que algún día se acabarían y con ellos nuestras vidas. Sin embargo, como humanos que somos, hemos conseguido adaptarnos en cierto modo. La espera ha resultado más larga de lo planeado y varias generaciones, una tras otra, han sobrevivido llevando a la espalda la pesada losa que algún día cubrirá nuestra tumba.

Sin duda alguna, parándonos un instante a reflexionar, podíamos ser testigos del más básico de nuestros instintos: la supervivencia. La recién formada y radioactiva corteza terrestre, vulgarmente conocida como la cáscara, transformó por completo los sistemas montañosos, los mares, los ríos y la meteorología. Todo ello obligó a idear nuevos vehículos, a elaborar nuevos mapas, a concebir nuevas industrias, a proveernos de nuevos alimentos y a inventar nuevas ciudades. Quizás, ésta era para mi una de las cuestiones que más me atraían de aquel cambio. Antiguamente, los arquitectos y topógrafos, estudiaban la orografía del terreno para ubicar sus construcciones. Sin embargo, ahora eran los geólogos y los físicos los que determinaban su ubicación. Las altas concentraciones de residuos atómicos se filtraban en inacabables columnas verticales hacia el centro del planeta y liberando a la atmósfera su carga venenosa que se diluía en los fuertes vientos que una vegetación casi inexistente apenas lograban frenar. Eso limitaba enormemente la capacidad de expansión de las ya de por si grandes urbes. Un detalle espectacular se podía contemplar en las grandes fallas recientemente formadas, las cuales habían sido aprovechadas creando un nuevo sistema de construcción horizontal sobre superficies verticales. La gravedad se había convertido para los arquitectos e ingenieros en un fino equilibrio entre la supervivencia y el desastre. Desaparecieron ideas como la creatividad o el lujo y fue la funcionalidad de los pequeños refugios familiares la que determinó la sobriedad de las construcciones.

Era precisamente en una de esas tristes, grises e insignificantes viviendas, en donde Zohn se había criado junto a sus padres y a su hermana. Los primeros habían fallecido hacía ya muchos años. Él apenas alcanzaba a recordar el dulce timbre de voz que poseía su madre, o las fuertes y castigadas manos de su padre. Su hermana Ithila, unos años mayor que él, salió un día de casa para no regresar jamás. Pasó largas semanas tratando de encontrarla, llorando su ausencia, temiendo lo peor y finalmente resignándose a que hubiera corrido una suerte funesta, pero más que probable. No supo más de ella.

Continuación en:
- Zohn, el heredero de La Tierra (4ª Parte).



4 Comments:

  1. misticaluz said...
    Hola Alex, de nuevo por aquí leyendote... a ver si pasamos a la segunda parte del relato interesante..!!

    Por cierto te contesté a tu pregunta en el blog, recibe un abrazooo de luz para ti!
    Vitalnn said...
    Alex, mezclar a Zohn, (sentimientos profundos) con Suzzanne (constante acción), debe de ser obra de un gran artista.

    Besos,

    Silvia.
    Alex said...
    Beatriz: Gracias, voy volando a leer la respuesta!
    Espero que te guste esta historia. :)
    (Aunque parece una de esas pelis de futuro fatalista para la humanidad, no es eso lo que tengo en mente para la continuación) Ala, más suspense!! XDD

    Vitalnn: Gracias por pasarte!
    Más que gran artista, yo creo que es más propia de un pobre loco insomne, jeje, pero agradezco enormemente tus palabras.

    Besos y abrazos!
    misticaluz said...
    Hola Alex, sin mucho tiempo paso a saludarte. Te dejo un abrazo

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