Talón de Aquiles.
Hace 1 mes

La ternura que en mí despertaron las brillantes lágrimas de Emily, se desvaneció en el mismo instante en que ella alzó su brazo izquierdo, sosteniendo en su mano una pistola plateada con la que me apuntó al pecho. Mantenía el auricular del teléfono pegado a su oreja. Una mirada mezcla de horror, ira y angustia y gotitas de sudor que aparecieron en su frente, revelaban que el disparo era inminente.
Después de eso, un silencio absoluto, tan sólo roto por el leve tintineo de las cuentas de la lámpara del salón, levemente mecida por la brisa.
Abandoné la casa con prisas. No reparé en las chicas del servicio, que aterrorizadas y sollozando se habían tirado al suelo y se cubrían la cabeza con las manos. Crucé el jardín con grandes zancadas y salté el muro en dirección a la calle. Un viejo coche se acercaba en dirección a la ciudad, así que me paré en medio de la calle para barrarle el paso. Saqué por la ventanilla a aquel pobre hombre asustado. Una vez en el suelo, le apunté a la cabeza con el arma que le había quitado a Emily. Bastó con eso. No fue preciso nada más. Subí al coche y arranqué con toda la velocidad que el viejo motor me permitió. Por el retrovisor vi como Emily salía por la gran puerta metálica del jardín empuñando de nuevo una pistola. Agaché la cabeza poco antes de que una bala alcanzara la luna trasera y la hiciera añicos. Tras doblar la esquina, me sentí un poco más a salvo, aunque ahora debía encontrar un lugar seguro en donde curar mis heridas.Etiquetas: cartas a Suzanne

Etiquetas: Otras cosillas
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