Talón de Aquiles.
Hace 1 mes

Pero como en la mayoría de estos casos, comieron y comieron perdices y fueron muy felices. Pero un día, tan exquisitas aves empezaron a escasear. La bonanza conocida flaqueó hasta el extremo. Las fértiles tierras ribereñas dejaron paso a vastas llanuras desérticas que no producían grano alguno. El fervor de su pueblo se tornó hambruna y miseria. Los proyectos iniciados absorbían los recursos acumulados durante tanto tiempo, a un paso estrepitosamente alarmante.
En el consuelo de una joven cortesana, el hundido rey encontraba su resuello, su propia paz, una ventana de luz en su pozo de amargura. Sin embargo, la piedad y la buena voluntad de la joven confundieron al príncipe hasta caer rendidamente enamorado a sus pies. La joven dama, fiel a su reina, por la que daría la vida, rechazó los sentimientos del consorte. Jamás le volvió a dirigir palabra, pues a pesar de amarlo profundamente, sabía que no podía faltar a su promesa. No era capaz de clavar en su señora la daga de la mentira y decidió hacerse a un lado y borrar de su corazón y de sus recuerdos todo cuanto había soñado para con su amado.
De la reina, se sabe que permaneció en castillo hasta el fin de sus días. El rey, hacinado en la torre más alta del castillo, pasó largos años de aislamiento, recluido por voluntad propia, en el más apartado de los rincones de aquel reino empobrecido y desdichado. Jamás fue capaz de mirarse en un espejo, ni de obtener la respuesta a sus plegarias. Algunos cuentan, que murió de viejo. Otros dicen que de la tristeza que le invadía, se le secó el corazón y se convirtió en piedra. Algunos aventuran –esto es menos probable-, que llegó a pactar con el diablo con tal de volver a ver, aunque una sola vez fuera, a la amada que tanto extrañaba y que aún así, ésta no quiso complacerle. En cualesquiera de estos casos, sí es cierto, que fueron felices y que comieron perdices, pero sólo por un tiempo.Etiquetas: Otros relatos
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