Punzante placer de vigorosa tropelía,
es con mis colmillos atravesarte cada día.
Que ni tu carne, ni tu sangre,
ni el desdén de tu mirada,
hace si no más fuerte,
el poder de mi estocada.
En la vida y en la muerte,
con razón o sin ella,
tan sólo quiero morderte,
mi querida doncella.
Ya no queda en tu cuerpo,
y ni siquiera en tu mente,
ni un solo trozo de carne,
al que no le haya hincado el diente.
Etiquetas: Otros relatos
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